ANTONIO MONTILLA MADRID./ la Verdad
Zapatero asegura que la medida, aprobada por el Congreso, «no está» por ahora en la agenda del Gobierno
PSOE y PP se enzarzan en una polémica sobre la retirada de símbolos religiosos
Zapatero asegura que la medida, aprobada por el Congreso, «no está» por ahora en la agenda del Gobierno
PSOE y PP se enzarzan en una polémica sobre la retirada de símbolos religiosos
Nueva entrega de la 'guerra de los crucifijos'. El acuerdo que adoptó el pasado martes la Comisión de Educación del Congreso, por el que insta al Gobierno a retirar los símbolos religiosos de los centros públicos, generó división de opiniones, incluso entre alguno de los partidos que votaron a favor de esta iniciativa. La Iglesia, obviamente, expresó su más profundo rechazo al considerar que los crucifijos, además de religiosos, forman parte del acervo cultural europeo.
El PP se siente cómodo en esta polémica. Los populares, al igual que los diputados de CIU, rechazaron la propuesta en la Cámara Baja y sus dirigentes acuñaron ayer una amplia nómina de descalificaciones ante esta decisión que, en cualquier caso, aún debe pasar por el tamiz del Gobierno, si es que considera oportuno trasladar esta decisión a la norma. Pero por ahora, nada de nada.
De hecho, José Luis Rodríguez aclaró que la retirada o no de los crucifijos «no está en este momento en la agenda del Gobierno». Cuando se aborde dentro de la ley de Libertad Religiosa, explicó, se buscará «el máximo consenso» con respeto al espíritu y la letra de la Constitución. De todos modos, se mostró sorprendido por «las cosas» que han dicho hoy algunos dirigentes del PP. Con todo, corren malos tiempos para los diputados católicos socialistas. Si la cúpula eclesiástica arremetió contra ellos por apoyar la tramitación de la ley del aborto, ahora su partido les sitúa ante un brete con el crucifijo. José Bono, confeso católico además de presidente del Congreso, no quiso convertirse en actor principal del debate, aunque reconoció que a él «no le molesta el crucifijo». Eso sí, dejó claro que aceptará lo que la mayoría decida. Otros dirigentes del PSOE, en cambio, mostraron su apoyo sin titubeos a la secularización de los centros educativos. «A las escuelas, el conocimiento, los libros y la educación; y la religión, a los templos», aseveró Leire Pajín, secretaria de Organización del PSOE.
En qué centros
Por si no fueran suficientes aderezos, la redacción de la propuesta que aprobó la Comisión abre la puerta a una duda clave: ¿la retirada de crucifijos afecta sólo a centros de educación públicos o, como aboga Esquerra Republicana, también a los colegios privados y concertados? Los socialistas no lo tienen claro. Mientras el ex vicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra hizo tabla rasa e igualó la aplicación en todos los ámbitos, la propia Pajín indicó que afectará «sólo a las escuelas públicas», mientras que Luis Tomás, portavoz socialista en la Comisión de Educación, aseveró que debe ser el Gobierno el que decida el ámbito de aplicación.
El ministro de Justicia, en una intento por serenar el rifirrafe preventivo, explicó ayer que el Ejecutivo buscará «el máximo consenso» si al final incorpora el acuerdo de la Comisión de Educación que tiene su basamento jurídico en una sentencia favorable a la retirada de todo símbolo religioso en los centros de enseñanza del Tribunal Europeo de Derechos ante una demanda de un grupo de padres italianos.
Las procesiones
El PP, además de defender la permanencia de los crucifijos en las aulas por su significado «cultural», puso el acento en lo innecesario de gastar fuerzas en un debate sin demanda social, mientras existen problemas tan graves en nuestro país como el desempleo.
Mariano Rajoy aconsejó al Ejecutivo que trabaje para unir a los españoles, «en vez de para dividirlos» y que «no se meta» en asuntos que deben resolver las asociaciones de padres. La secretaria general, Dolores de Cospedal, se decantó por la ironía y, ante la cercanía de las fiestas navideñas, se preguntó si el PSOE «iba a prohibir» también los belenes, las cabalgatas de Reyes o la Nochebuena.
Esteban González Pons, vicesecretario general de Comunicación del PP, hurgó en uno de los flancos delicados de los socialistas católicos, que se enfrentan a la dicotomía entre postulados del partido y principios de la religión. «Espero que ningún alcalde, concejal o representante del PSOE cometa el mayúsculo ejercicio de hipocresía de acudir a las procesiones de Semana Santa o cualquier evento religioso». Reiteró que el crucifijo no es «un símbolo ofensivo», sino que forma parte de las «señas de identidad de España y de Europa».
Un análisis que coincide con lo expresado por la jerarquía de la Iglesia Católica que, además, recalcó que la democracia funciona con la «libertad y no con la imposición». El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, sentenció ayer que «el crucifijo no es sólo un signo religioso, sino que es un signo de humanismo que ha hecho transpirar al mundo entero con valores como el perdón o la misericordia». El vicepresidente de la jerarquía episcopal y obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, apuntó, a su vez, que no es bueno que una sociedad «olvide su historia» y abogó por una convivencia basada «en el respeto y no en el vacío».
El PP se siente cómodo en esta polémica. Los populares, al igual que los diputados de CIU, rechazaron la propuesta en la Cámara Baja y sus dirigentes acuñaron ayer una amplia nómina de descalificaciones ante esta decisión que, en cualquier caso, aún debe pasar por el tamiz del Gobierno, si es que considera oportuno trasladar esta decisión a la norma. Pero por ahora, nada de nada.
De hecho, José Luis Rodríguez aclaró que la retirada o no de los crucifijos «no está en este momento en la agenda del Gobierno». Cuando se aborde dentro de la ley de Libertad Religiosa, explicó, se buscará «el máximo consenso» con respeto al espíritu y la letra de la Constitución. De todos modos, se mostró sorprendido por «las cosas» que han dicho hoy algunos dirigentes del PP. Con todo, corren malos tiempos para los diputados católicos socialistas. Si la cúpula eclesiástica arremetió contra ellos por apoyar la tramitación de la ley del aborto, ahora su partido les sitúa ante un brete con el crucifijo. José Bono, confeso católico además de presidente del Congreso, no quiso convertirse en actor principal del debate, aunque reconoció que a él «no le molesta el crucifijo». Eso sí, dejó claro que aceptará lo que la mayoría decida. Otros dirigentes del PSOE, en cambio, mostraron su apoyo sin titubeos a la secularización de los centros educativos. «A las escuelas, el conocimiento, los libros y la educación; y la religión, a los templos», aseveró Leire Pajín, secretaria de Organización del PSOE.
En qué centros
Por si no fueran suficientes aderezos, la redacción de la propuesta que aprobó la Comisión abre la puerta a una duda clave: ¿la retirada de crucifijos afecta sólo a centros de educación públicos o, como aboga Esquerra Republicana, también a los colegios privados y concertados? Los socialistas no lo tienen claro. Mientras el ex vicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra hizo tabla rasa e igualó la aplicación en todos los ámbitos, la propia Pajín indicó que afectará «sólo a las escuelas públicas», mientras que Luis Tomás, portavoz socialista en la Comisión de Educación, aseveró que debe ser el Gobierno el que decida el ámbito de aplicación.
El ministro de Justicia, en una intento por serenar el rifirrafe preventivo, explicó ayer que el Ejecutivo buscará «el máximo consenso» si al final incorpora el acuerdo de la Comisión de Educación que tiene su basamento jurídico en una sentencia favorable a la retirada de todo símbolo religioso en los centros de enseñanza del Tribunal Europeo de Derechos ante una demanda de un grupo de padres italianos.
Las procesiones
El PP, además de defender la permanencia de los crucifijos en las aulas por su significado «cultural», puso el acento en lo innecesario de gastar fuerzas en un debate sin demanda social, mientras existen problemas tan graves en nuestro país como el desempleo.
Mariano Rajoy aconsejó al Ejecutivo que trabaje para unir a los españoles, «en vez de para dividirlos» y que «no se meta» en asuntos que deben resolver las asociaciones de padres. La secretaria general, Dolores de Cospedal, se decantó por la ironía y, ante la cercanía de las fiestas navideñas, se preguntó si el PSOE «iba a prohibir» también los belenes, las cabalgatas de Reyes o la Nochebuena.
Esteban González Pons, vicesecretario general de Comunicación del PP, hurgó en uno de los flancos delicados de los socialistas católicos, que se enfrentan a la dicotomía entre postulados del partido y principios de la religión. «Espero que ningún alcalde, concejal o representante del PSOE cometa el mayúsculo ejercicio de hipocresía de acudir a las procesiones de Semana Santa o cualquier evento religioso». Reiteró que el crucifijo no es «un símbolo ofensivo», sino que forma parte de las «señas de identidad de España y de Europa».
Un análisis que coincide con lo expresado por la jerarquía de la Iglesia Católica que, además, recalcó que la democracia funciona con la «libertad y no con la imposición». El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, sentenció ayer que «el crucifijo no es sólo un signo religioso, sino que es un signo de humanismo que ha hecho transpirar al mundo entero con valores como el perdón o la misericordia». El vicepresidente de la jerarquía episcopal y obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, apuntó, a su vez, que no es bueno que una sociedad «olvide su historia» y abogó por una convivencia basada «en el respeto y no en el vacío».
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